[música de coro] - El tiempo pasa muy de prisa, madre.
Entre costuras, tijeras y patrones los días cada vez se hacen más cortos.
Sin embargo, siento que hace una eternidad que me fui de Tetuán y la vi por última vez.
Nuestro viejo Madrid se va recuperando poco a poco de las heridas de la guerra.
Sin embargo, las mías parecen no cicatrizar nunca.
Y cuando están a punto, ya se reaparece algo o alguien que las vuelve a abrir.
Ya sé que debo ser fuerte y darle más tiempo al tiempo.
Pero es que me siento tan sola.
[música de suspenso] - Una carta para su madre.
Supongo que habrá sido duro pasar las navidades sin ella.
- No son las primeras navidades que paso sola.
- Haremos que llegue a su destino.
Se lo aseguro.
Nos han pedido refuerzos directamente desde Londres.
Esperamos que usted pueda ayudarnos.
¿Recuerda el nombre Manuel Da Silva?
Nos consiguió información sobre él en la puesta de largo.
- Lo recuerdo perfectamente.
- Esta es su foto.
Ahora ya puedo hablarle sobre sus actividades.
Es un empresario que mantiene una excelente relación con nuestro personal diplomático en Lisboa.
Y tiene varios negocios con empresas británicas.
Creemos que está empezando a establecer relaciones paralelas con los alemanes.
- ¿Qué tipo de relaciones?
- Comerciales.
Que no solo benefician a los alemanes, sino que además pretenden boicotearnos.
Aún no sabemos de qué se trata.
Alimentos, minerales, armamentos... Esperamos que usted pueda obtener algún tipo de información.
- ¿Qué debo hacer yo?
- Da Silva vive en Portugal.
Pero como hemos descubierto, gracias a usted, vendrá pronto a Madrid.
Esta es Berta Sterling.
Es española, pero está casada con un alemán afiliado al partido nazi, con muchas influencias.
Da Silva asistirá a una cena privada en su casa durante su estancia en Madrid.
Necesitamos que se haga amiga de Berta Sterling y logre que la invite a esa cena.
- ¿Pero cómo voy a ganarme su confianza en tan poco tiempo?
Sé que es complicado, pero recurra a sus clientas.
Consiga que vaya a su taller.
Haga todo lo posible.
- Lo intentaré.
- Usted es la única que puede conseguirlo.
[música dramática] - ¿Berta Sterling?
Sí, la conozco.
Es una mujer muy reservada.
Entre tú y yo, es bastante antipática.
- ¿De verdad?
- Sí, hija.
No tiene ningún sentido del humor.
- Desde que su marido se trasladó a Alemania por trabajo, no hay quien la tosa.
Yo creo que si al quieres conseguir como clienta, lo vas a tener muy difícil.
- ¿Por qué?
- Porque ya tiene modista.
Es una fiel clienta de Flora Villareal.
- Sí, sí, precisamente he quedado mañana con ella.
Yo le hablaré de ti, pero ya te digo que dudo que quiera cambiar de modista.
- Ya.
Bueno, no sé, ¿a ti te importaría que yo me uniera a vosotras?
- No, claro que no.
Mira, a lo mejor así entre las dos la podemos convencer.
- No me gusta... Eso sería estupendo.
Flores.
Gracias.
- Pero... - Arriba.
- ...a cambio, quiero que hagas algo por mí.
- Tú dirás.
- Bueno, como ya sabes, acabo de prometerme, y... - No, no, no, no.
Si es por el vestido de novia, por supuesto te lo hago yo.
- La verdad es que ya contaba con eso.
- Ah, claro, perdona.
Dime.
- Verás, lo que quiero es que me acompañes a la fiesta de fin de año, la que se celebra en el casino.
Sí, quiero que conozcas a mi prometido y a su familia.
- De verdad, es que a mí estas cosas no... - No, no, no, no.
Sé que vas a estar sola y no lo voy a permitir, así que, por favor, prométeme que me acompañarás.
- Bueno, sí.
- !¡Ya verás, te va a encantar!
- Gracias.
Calla, de paso.
Vamos a terminar.
Marita.
[música clásica] [voces ininteligibles] Buenas tardes.
- !¡Arish!
- Disculpe.
Marita.
¿Cómo estás?
Muy bien.
Mira, te presento a frau Sterling.
- Encantada.
- Buenas tardes.
- Muy amable.
Gracias.
¿Has escogido tu vestido?
Sí, estoy encantada con él, es precioso.
La señorita Agoriuq es mi modista.
Tiene manos de ángel.
- Qué bien.
Cuánto me alegro.
- Traigo conmigo los figurines de la nueva temporada.
- !¡Ay, me encantaría verlos!
- ¿Sí, ahora?
- Sí, claro.
- Bueno.
- Bueno, Marita, después de tanto tiempo sin vernos no me parece el momento.
Aún tienes muchas cosas que contarme sobre tu nueva familia, ¿no?
Además, se me está haciendo tarde.
- Igual a frau Sterling le gustará pasarse algún día por el taller.
- Yo ya tengo mi propia modista.
Pero gracias.
- Arish, querida, yo me tengo que marchar también.
Disculpa.
- Está bien.
[música de suspenso] [niños cantando con pandero] [música de fiesta] - Espérame un segundo.
[música dramática] Perdona, ya podemos entrar.
- ¿Quién es ese hombre?
- ¿Ese hombre?
Es el hombre de confianza de mi futuro suegro.
- Tenía nuestras invitaciones.
- ¿Pero quién es tu suegro?
- Uy, qué impaciente estás.
Ahora lo vas a conocer.
¿Entramos?
[música de fiesta] Dame el abrigo.
[inaudible] Arish, querida, quiero presentarte a mi futuro suegro.
Gonzalo Alvarado.
- Encantado de conocerla.
- Tiene mucho interés en hablar contigo de sus viajes a Tánger.
- Me alegra que haya aceptado la invitación de Marita.
¿Le apetece bailar?
[música suave de jazz] Por favor.
- Está bien.
- No sabes cuánto me alegra volver a verte.
Bueno, sé que ahora usas otro nombre y apellido y que... Ah, y sé que eres marroquí.
Pero tranquila.
No pienso contárselo a nadie.
Supongo que tendrás tus motivos.
- El hombre al que mandó a vigilarme todavía no lo ha averiguado, ¿verdad?
- Hija, no pretendía asustarte.
Pero necesitaba averiguar si eras tú.
Me pareció verte un día por la calle, y cuando pregunté por ti, me dijeron que te llamabas Arish Agoriuq.
Necesitaba saber la verdad.
- ¿Y por qué no vino a verme?
¿Era necesario que me vigilara un hombre armado?
- Mi empleado es un antiguo militar y por eso siempre lleva pistola.
Pero te puedo asegurar que no has corrido absolutamente ningún peligro.
Y tutéame, por favor.
- ¿También le gustaría que le llamara padre?
- Con Gonzalo es suficiente.
Sira, me gustaría invitarte a comer y que me contaras todo.
- No creo que pueda.
Había venido porque Marita insistió mucho.
Pensaba que era una invitación desinteresada, pero no.
Detrás de todo estabas tú.
- Supongo que no querrás que sepan cuál es tu verdadero nombre, ni tu relación conmigo.
- Me gustaría que no les dijeras nada.
Pero, de todas formas, quiero que sepas que mi nuevo nombre es oficial.
Y mi pasaporte marroquí verdadero.
- ¿Puedo preguntar a qué se debe ese cambio?
- Bueno, evito que me persiga la policía por la denuncia que tu hijo interpuso contra mí.
- ¿Que mi hijo Carlos ha puesto una denuncia?
- No, tu hijo Carlos no, Enrique.
Me acusó de haberte robado todo el dinero y las joyas que me diste.
- Enrique fue siempre demasiado impulsivo.
- ¿Por qué hablas de él en pasado?
[música dramática] [aplausos] - A Enrique lo mataron tres días después del alzamiento.
Él presentía que iba a ocurrir algo grave, y se empeñó en que sacáramos todo el dinero de España.
Tuve que contarle lo de tu madre y decirle que te había dado tu parte de la herencia.
- Y se lo tomó mal.
- Se puso como un energúmeno.
Interrogó a Servanda, nuestra ama de llaves.
Y supongo que ahí dedujo lo del robo.
Y la siguiente vez que le vi... fue cuando tuve que ir a reconocer su cadáver en el deposito con un tiro en la cabeza.
- Lo siento mucho.
- Pero bueno, no hablemos de esto.
No es el momento.
Se supone que estamos de celebración.
- Están repartiendo las uvas.
Si no os dais prisa, os vais a quedar sin ellas.
- Carlos, quiero presentarte a la señorita Agoriuq.
- Un placer conocerla.
- El placer es mío.
- Nos vemos fuera.
- Arish, el abrigo.
- Gracias.
- Daros prisa.
[campanadas] [música suave] [fuegos artificiales] [música dramática] - Gracias, Martina.
- ¿Qué te pareció mi prometido?
- Pues, encantador.
Y guapísimo.
- Bueno, a mi suegro le causaste una gran impresión.
- Ya.
Sí, la verdad que fue muy amable conmigo.
- Pues sí.
No como Berta.
- No, no, no, no, no.
Pero... de verdad, no te preocupes, que tú no tienes por qué disculparte.
- No, te aseguro que es una mujer muy agradable.
Bueno, sin ir más lejos, dentro de unos días su hija va a participar en una función en el colegio.
Bueno, hasta ha hecho que su marido le envíe unos trajes típicos desde Alemania.
Es que ella es así, es muy perfeccionista.
Yo la admiro.
- ¿Los ha recibido ya?
- Creo que sí.
- Doña Manuela.
¿Usted conoce a alguna de las planchadoras del taller de la calle Lagasca?
- Claro, yo he trabajado mucho con ellas.
- ¿Y todavía estaría dispuesta a ayudarme?
- Desde luego.
- Es que he descubierto cómo puedo atraer a la señora Berta Sterling.
Pero la necesito a usted.
[campanadas] - Madame.
- Dime.
- Frau Sterling está en la entrada.
Pero no ha querido pasar.
- No te preocupes.
Ya me encargo yo.
[carraspea] ¿La puedo ayudar en algo?
- Señorita Agoriuq.
¿Cómo está?
- Muy bien, gracias.
¿Y usted?
- Pues, la verdad es que he sufrido un contratiempo.
Una planchadora ha quemado el traje que mi hija debe llevar en la función del colegio.
- Qué contrariedad.
- El caso es que es un traje típico alemán que mi marido me ha enviado desde Berlín, y no hay tiempo para que envíen otro.
Me han dicho que usted podría ayudarme.
- Sí, sí, sí, claro.
Sería un placer.
- ¿Le parece bien si vengo mañana por la mañana a primera hora?
- Perfecto.
Mañana la estaré esperando.
- Gracias.
Conozco el camino.
- Por supuesto.
- Gracias.
[música suave] - Vas a ver lo que pensarán viéndome agarrado a una joven tan bonita.
- ¿Te preocupa?
- En absoluto.
Al contrario, lo que me encantaría es que todos pudieran saber que eres mi hija.
Sira, necesito decirte una cosa.
- Dime.
- Quiero que sepas que... que para mí tampoco fue fácil el separarme de tu madre y no tener ninguna relación contigo.
Con mi niña.
Pero fui un cobarde.
No tuve coraje para enfrentarme a mi familia.
- Eso no importa ahora.
- Te equivocas, Sira.
Importa, y mucho.
Cometí el mayor error de mi vida.
Por mi falta de valor dejé escapar lo que más quería.
Y te aseguro que... no he dejado de arrepentirme ni un solo día de mi vida.
Hemos perdido mucho tiempo y me gustaría recuperarlo.
- ¿Y qué es lo que estamos haciendo?
- ¿Crees que algún día podrás llegar querer a este viejo idiota como a un padre?
- La verdad es que no lo sé, Gonzalo.
Buenos días.
- Buenos días, señorita Agoriuq.
- Pase, por favor.
- ¿Lo tendrá terminado hoy?
- Haré todo lo posible.
- Se lo agradezco.
En España suele encontrarse poca gente tan seria y trabajadora como usted.
- ¿Por qué lo dice?
- Bueno...
Ya sabe, aquí a todo el mundo le gusta mucho el vino y la fiesta, pero luego, a la hora de trabajar... - Ya.
Bueno, desde luego no somos como los alemanes.
- No.
El Führer lo resume perfectamente.
- Ay, no, esto es una tontería.
[habla en alemán] - ¿Qué significa?
- El trabajo os hará libres.
- Desde luego.
- Heinrich Himmler decía: "Hay un camino a la libertad.
Sus pilares son: obediencia, laboriosidad, fidelidad, sobriedad, orden, limpieza, veracidad, sacrificio, y amor a la patria".
- No puedo estar más de acuerdo.
- Por eso Alemania es una gran nación.
El Führer la va a colocar en el lugar que se merece.
- No me cabe duda.
- Menos mal que España supo rectificar a tiempo, ¿eh?
- Menos mal.
- A ver si entramos en guerra de una vez.
- Y acabamos con todo esto.
- Sí.
Ojalá que acabe pronto.
Si me disculpa un momento, ahora mismo vuelvo.
- No tarde.
- Un comentario más y le salto a la yugular.
- Calma.
- Es que esa mujer es tan impertinente.
De verdad, ella es tan arrogante.
Vamos, yo no sé cómo siendo española se puede ser más nazi que los propios alemanes.
- Relájate.
Piensa que todo lo haces por un bien mayor.
- Sí.
No, sí, eso sí.
Pero necesitaba desahogarme.
- Ánimo, hija, ya verás cómo todo sale bien.
- Señora Sterling, cuando quiera.
[música dramática] - Enhorabuena.
Ha hecho un gran trabajo.
Si no se fijan mucho, no creo que noten la diferencia con los que fabrican en Alemania.
- Muchas gracias.
- No.
- Gracias a usted, me ha hecho un gran favor.
- Lo he hecho encantada.
- Ve a cambiarte.
Y me ha gustado mucho la charla que hemos tenido.
Conozco a pocas españolas tan sensatas y entusiastas con el Führer como usted.
Bueno... Además, ha tenido una vida fascinante.
Solo le falta un hombre de que enamorarse, ¿no?
[ríe] - Al final todo llega, ¿no?
- Sí.
Bueno, muchas gracias.
- A usted.
- ¿Sabe?
Creo que sé cómo devolverle el favor.
- No, no, no, no, no se preocupe.
- De verdad, no se moleste.
- No, no es ninguna molestia.
El jueves doy una cena en casa, vendrán algunos amigos íntimos, y un caballero... que debería conocer.
[campanadas] - No sé.
Me parece un poco violento.
- En absoluto.
Es atractivo.
Y bastante emprendedor.
Creo que congeniarán a la perfección.
El jueves a las siete la espero.
- Ahí estaré.
[música dramática] - Buenas noches.
Creo que se cuenta por ahí, que estoy echo todo un [inaudible] - ¿En serio?
- Sí.
Ya solo me falta encontrar una rubia para quitar eso.
- Una morena y una rubia.
- Bueno, ya está bien.
- Perdona, me había olvidado comentarte.
Vamos a encontrarnos con un grupo de viejos amigos a los que hace tiempo que no veo.
Son ingenieros ingleses de las minas de Río Tinto.
Veo que han venido con algunos compatriotas.
Posiblemente con alguien de la embajada.
Ingleses a este lado, por favor.
[hablando en inglés] [música dramática] [Allan] Tendrá cero contacto con cualquier persona de nacionalidad británica.
- ¿Te encuentras bien?
Estás un poco pálida.
- Estoy un poco mareada.
No te preocupes.
- ¿Necesitas algo?
- No, no.
Sigue saludando a tus amigos, por favor.
[música dramática] [aplausos] [tocando el piano] - ¿Te encuentras bien?
[tocando el piano] [claxon] [campanadas] - Pase.
- Espere aquí.
- Sí, gracias.
- Ayer corrió un gran riesgo.
- Créame que lo siento, pero no tuve otra opción.
- No podemos permitirnos este tipo de incidentes.
La situación es mucho más complicada ahora.
- ¿En general, o para mí?
- Ambas.
Nuestra intención no es inmiscuirnos en su vida privada, pero hay algo de lo que debemos hablar.
- Gonzalo Alvarado.
- Efectivamente.
Sabemos que últimamente se les ha visto juntos en lugares públicos.
- Antes que nada, me gustaría decirle que no tengo ninguna relación con él.
Y él no está al tanto de mis actividades.
- La relación que existe entre ustedes no es de nuestra incumbencia.
- ¿Entonces?
- Nos hemos enterado de que hay un grupo de confidentes españoles cooperando con los alemanes.
Para elaborar ficheros sobre personas afines a los alemanes o a los ingleses.
- ¿Y se supone que yo estoy en uno de esos ficheros?
- Lo sabemos.
Tenemos colaboradores infiltrados, y nos han informado que usted figura en el fichero de los afines a los alemanes, como era previsible.
- ¿Y qué tiene que ver Gonzalo Alvarado en todo esto?
- Porque él también aparecía en los ficheros.
Pero al lado contrario al suyo.
Como ciudadano afín a los británicos.
Y sabemos que los alemanes están extremando vigilancia sobre dichos individuos.
- Entiendo.
- Por eso, que usted se deje ver a su lado de manera continuada, puede resultar sospechoso.
De hecho ya ha habido rumores al respecto.
- ¿Al respecto de qué?
- Al respecto de qué hace una persona tan cercana a las esposas de altos cargos alemanes dejándose ver en público con un fiel colaborador de los británicos.
Discúlpeme.
Perdone.
Estamos muy alterados últimamente.
Este país sigue siendo crucial para Europa, y puede entrar en guerra en cualquier momento.
- Ya lo sé.
- No sé si es consciente de hasta qué punto está usted comprometida y expuesta.
Pero si llegaran a sospechar de usted, le aseguro que tendría graves problemas, y eso no nos conviene.
Ni a usted ni a nosotros.
- No se preocupe.
Ya no volveré a ponerme en contacto con él.
[música melancólica] ¿Otro ramo de mi padre?
- Sí.
Lo dejo aquí con los otros.
Al menos deberías contestarle.
- ¿Y qué quiere que le diga?
Lo siento mucho, doña Manuela.
Es que estoy un poco nerviosa.
- No te preocupes, hija.
- ¿Y si no consigo sonsacar a Da Silva?
¿Y si me descubren?
¿Y si de repente...?
- Todo irá bien, ya lo verás.
Estás preciosa.
Y le vas a dejar a Da Silva, ese, con la boca abierta.
Ya lo verás.
- Ya estoy cansada de todo esto.
De engañar a todo el mundo.
De tener que acatar órdenes incómodas.
Y de tener que vivir siempre alerta.
[campanadas] - Son tiempos difíciles.
- Me he convertido en una mentirosa.
Tengo miedo.
Angustia.
Y casi no puedo dormir.
¿Y todo para qué?
- No digas esas cosas.
- Si España entrara en guerra, yo no podría hacer nada por evitarlo.
Así que igual, a lo mejor es dejarlo todo y volver a la normalidad.
- ¿Pero a qué normalidad te refieres?
¿A la que tenías cuando ibas a casarte con Ignacio?
¿O cuando te fuiste a vivir con Ramiro?
¿O cuando tuviste que rehacer tu vida sola en Tetuán?
- No lo sé.
- La normalidad, hija, no es más que lo que tú quieres que sea.
Intentar buscarla en otro sitio, o en el pasado, no tiene ningún sentido.
- Gracias.
[música dramática] [sirvienta] Por aquí, por favor.
- Señorita Agoriuq, llega justo a tiempo.
- Llego un poco tarde, lo siento.
- No, no pasa nada.
La cena aún no está lista.
Venga.
Voy a presentarle.
Amigos... ella es la señorita Agoriuq, una afamada modista de Madrid.
Ellos son herr y frau Winkler, de la embajada alemana.
- Hola.
- Herr y frau Kohl, dueños de una prospera empresa.
- Un placer.
- Disculpen.
[hablando en alemán] La señorita Agoriuq.
Herr y frau Ulrich, del mundo de las finanzas.
- Igualmente.
- Perdón.
[música dramática] Y herr Da Silva, un gran empresario portugués.
Disfruten.
- Es un placer conocerla.
- Lo mismo digo.
- Pero tengo que confesarle algo.
- Lo que quiera.
- Es usted la primera mujer marroquí que conozco en toda mi vida.
- ¿No ha estado nunca en Marruecos?
- No, y lo lamento.
Sobre todo si todas las marroquís son como usted.
- Gracias.
- Salud.
- Salud.
Marruecos es un país fascinante.
Lleno de gente maravillosa.
Pero me parece que le será un poco difícil encontrar allá muchas mujeres como yo.
- ¿Y eso?
¿Por qué?
- Bueno, porque soy una marroquí un poco atípica.
Mi madre es española.
Y yo no soy musulmana.
Aparte, mi lengua materna o es el árabe, sino el español.
- He trabajado mucho con españoles.
Antes de la guerra solía venir bastante a Madrid por trabajo.
Pero ahora estoy centrado en otro tipo de negocios, y viajo menos a España.
- Bueno, igual ahora no es el mejor momento tampoco.
- Depende.
A usted al parecer le van muy bien las cosas.
- Veo que está muy bien informado.
- Frau Starling me ha hecho una ficha completa.
- Señores, podemos ir a cenar.
[hablando en alemán] Señores, por la amistad que nos une.
[hablando en alemán] - ¿Y usted a qué se dedica, señor Da Silva?
- Llámeme Manuel, por favor.
- Entonces yo tendré que ser Arish.
- ¿Arish?
!¡Me encanta!
Pues verás, Arish, me dedico a la importación y exportación de todo aquello que dé dinero.
Algodón de Cabo Verde, maderas de Mozambique.
- Sedas de Macao.
- Sí.
- ¿Sedas de Macao?
Tienen que ser preciosas.
- ¿Quieres saber la verdad?
- Por supuesto.
- Pues la verdad es que no lo sé.
[risas] Yo no me ocupo directamente de los tejidos que importamos.
Estoy al tanto de los datos, de las cifras, pero de las cuestiones estéticas, que supongo que son las que te interesan, no tengo ni idea.
- No seas modesto, Manuel.
Estoy segura de que tienes un gran criterio estético.
No hay más que ver el alfiler de corbata que llevas para saber que eres un hombre muy elegante.
[risas] Claro.
- No te equivoques, este alfiler acabo de comprarlo en Ansorena, la mejor joyería de Madrid.
Cada vez que vengo encargo unos cuantos.
Ellos son los que me asesoran.
- Aun así.
- Gracias.
- No voy a negar que me gusta estar rodeado de cosas bonitas, si no, no estaría sentado a tu lado.
- Gracias por el cumplido.
- Buen provecho.
- Igualmente.
[hablando en alemán] - Voy a ver cómo van en la cocina.
[música de suspenso] - Discúlpeme.
- ¿Sí?
- La llaman al teléfono.
- ¿A mí?
- Sí, señorita.
- Gracias.
En seguida vuelvo.
- Contaré los segundos.
[risas] [música de suspenso] - Abandone mi casa inmediatamente.
- ¿Disculpe?
- La vi el otro día en el teatro.
Si mis invitados descubren que he metido en mi casa a una amiga de los ingleses, quedaré como una estúpida, y perderé la confianza de gente muy importante para mí.
Así que se lo voy a repetir por última vez.
Abandone mi casa y hagamos como que esto no ha sucedido.
- Disculpe, pero... [hablando en alemán] [música dramática] [Sira] Buenas noches.
[música melancólica]